sábado, 26 de mayo de 2012

EL ERROR EN LA EDUCACION








Aprender es arriesgarse a errar. Cuando la escuela olvida estehecho, el sentido común lo recuerda, diciendo que el único queno se equivoca es el que no hace nada. Partiendo de la faltacomo un “fallo” del aprendizaje, la consideramos, en algunoscasos, como el testigo de los procesos intelectuales en curso,como la señal de lo que afronta el pensamiento del alumnodurante la resolución de un problema. Llega a suceder, si lomiramos desde esta perspectiva, que aquello que denominamoserror no lo sea, y que nos esté ocultando un progreso que se estárealizando.
Finalmente, no existe un verdadero aprendizaje sin comprobar,en un entorno nuevo, las herramientas que han resultado operativas pero que sólo se han aplicado en un campo limitado.Por definición este tipo de ejercicio es arriesgado, por la falta de un conocimiento preciso de los límites de validez de la regla ode la ley, y por no saber clasificar los casos particulares y las excepciones. Es lo que ocurre en cualquier actividad de transferencia. Una auténtica actividad intelectual capacita para aproximar dos contextos, y el sujeto sólo progresa cuando es capaz de practicar un trabajo de cambio de entorno, de experimentar de forma personal las herramientas que domina en las distintas situaciones en las que se va encontrando. En estas condiciones, muchos de los errores cometidos en situaciones didácticas deben ser considerados como momentos creativos de los alumnos, fuera de una norma que aún no ha sido interiorizada. Si no se aceptara este riesgo, se dejaría a los niños al abrigo de imprevistos,sometidos a la repetición de actividades, pero sin posibilidadesde progresar. Por último, existe un “saber del error”, como explican Jean-Pierre Jaifré et al., al decir que se deben orientar y guiar los inventos de los alumnos antes que subrayar inútilmente lo incompleto de sus conocimientos. Citan estos ejemplos: un alumno escribe El techo se caen a trocitos, porque “hay muchos pedazos”, o "El perro ladran", porque lo hace varias veces. “Justificar el plural, por la experiencia, nos lleva a una representación figurativa de la realidad, que contamina la comprensión de la categoría lingüística. El fenómeno no se debe únicamente a un fallo en la representación del lenguaje, sino también al carácter imaginario de los signos”.

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